miércoles, 17 de junio de 2009

Respuesta a la Pregunta 27

¿Pueden llegar a interferir las fantasías sexuales con la vida sexual?

Hace unos días estuve en el Centro de Convenciones de Los Ángeles. Se celebró, durante tres días, la llamada ‘Erotica LA’, una especie de feria del sexo. Así, de entrada, uno se espera encontrar ejemplares prácticamente perfectos de Homo Sapiens, esculpidos y recién salidos de la ITV. Y, en efecto, una parte significativa de los actores y actrices que deleitan, a un público no precisamente escaso, con sus correrías pornográficas, poseen unos envidiables físicos. Las llamadas diosas y dioses del sexo cuidan su cuerpo con esmero y los resultados son visibles.

Sin embargo, experimenté una tremenda sorpresa al comprobar que también estaba presente en la feria una galería de profesionales del sexo no precisamente agraciados por la madre naturaleza: con un sobrepeso preocupante, con facciones rocambolescas o, sencillamente, con cuerpos que nunca se podría imaginar que habían sido retocados por ninguna clase de bisturí. Ahorro los detalles.

Además de los personajes de carne y hueso que poblaban la exposición, interactiva –en el sentido de que los asistentes podían hacerse fotos y charlar con los protagonistas, no se malinterprete la frase—también era posible encontrar los artilugios más chocantes diseñadas por una mente humana y construida en alguna clase de factoría, generalmente de México o China, para ‘jugar al sexo’. Algunos ejemplos: penes con extravagantes morfologías y grados de velocidad de vibración para casi cualquier gusto, anillos que vaya usted a saber para qué perverso cometido fueron concebidos, preservativos de sabores –papaya, mango (muy apropiado, por cierto) o mojito (si, la famosa bebida cubana), DVDs con cualquier combinación imaginable de chicos, chicas y especímenes no humanos, vaginas artificiales de renombradas actrices porno y… Voy a detenerme aquí. El listado ocuparía el resto de este post.

Realmente no puede ver nada que alguien interesado no pueda encontrar, hoy en día, en la red de redes. Pasaron aquellos días en los que era imprescindible visitar –eso si, ocultándose dentro de una enorme gabardina y calzándose unas gafas de sol que, desgraciadamente, impedían ver nada dentro del lóbrego local—una sex shop para poder hacerse con los más excitantes artilugios o largometrajes. Ahora es tan sencillo como hacer un casi anónimo click con el ratón del ordenador, para que se pueda recibir en el domicilio particular, días después, y de modo absolutamente discreto, el producto en el que se está interesado.

El mercado del sexo es realmente impresionante. Existe una desbordante oferta porque hay una extraordinaria demanda. Y esa demanda proviene de los ciudadanos que puedes encontrarte comprando unas pechugas de pollo en el supermercado, dando un paseo con un bebé por el parque o haciendo hikking en el GR de moda. Gente, en una palabra, corriente, que posee curiosidad por la experimentación en el campo de las relaciones sexuales.

Puede que algunos piensen que se trata de bichos raros. Nada de eso. Los expertos en sexología no se cansan de trasmitirnos el mensaje de que el sexo debe vivirse de modo abierto, divertido y sin complejos de culpabilidad. Siempre que, claro está, no se sobrepasen determinados límites. Unos límites que resulta bastante complejo establecer. Pero que deben existir, a mi juicio.

Hay parejas, sea cual sea su naturaleza, que disfrutan de lo que podríamos llamar un sexo ‘estándar’, mientras que otras buscan, sistemáticamente, nuevas formas de hacer sexo. Entre ambos extremos existe todo un abanico de posibilidades y cada cual debe encontrar el lugar en el que se siente más cómodo. Aunque, por supuesto, nada impide sentirse a gusto en distintos lugares en diferentes momentos.

Y ahora un consejo de psicólogo, que, por supuesto, puede ignorarse con la pertinente elegancia que a cada cual le de a entender su propio sentido común: dejemos de sobrevalorar el sexo. En la actualidad existe tal abundancia de estimulación vinculada al sexo, que corremos un cierto riesgo de que pierda parte de su encanto, su halo de misterio. El sexo, como las demás actividades que ponemos en práctica los seres humanos, debe practicarse con la mayor sabiduría de la que seamos capaces.

Las fantasías sexuales pueden contribuir a unas relaciones sexuales ricas y satisfactorias. Pero cuando la fantasía se hace necesaria para practicar sexo, quizá algo no va demasiado bien. Es entonces cuando esas fantasías pueden llegar interferir con una vida sexual sana, saludable. Pero mientras eso no suceda, nadie debería preocuparse, sentirse avergonzado o preguntarse si será una excepción.

1 comentario:

  1. En la industria X existen numerosos ejemplos de tipos feos que triunfan. En el plano internacinal el mítico Ron Jeremy (Penetrator, Sex Treck), y en España El Torbe (Torrente X, El Torbe y sus Cerdillas). Hay para todos los gustos.

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