lunes, 2 de noviembre de 2009

Una breve reflexión sobre la plasticidad del cerebro

Ayer por la noche (1 de noviembre de 2009) pudimos ver en TVE-2 (al menos quienes pensamos que la ciencia es algo más relevante para la humanidad que las venturas y desventuras del Real Madrid) el interesante programa de divulgación científica que gobierna Eduard Punset (Redes).

Comenzó el reportaje, sobre la plasticidad del cerebro, con un viaje en taxi al centro de Londres desde el aeropuerto de Heathrow. El presentador aprovechó la situación para recordar un fascinante estudio, publicado hace nueve años en el PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences) en el que, presuntamente, se demostró que los taxistas de Londres tenían un hipocampo más grande que el resto de la población. Se sabe que esta estructura cerebral da soporte a la capacidad para orientarse en el espacio. Por tanto, ¡bingo!, los taxistas, que deben orientarse cada día en una ciudad tan compleja como la capital del Reino Unido para transportar a sus clientes, experimentan un crecimiento desmesurado de sus hipocampos. Prueba irrefutable de que el cerebro es plástico y reacciona adaptándose a la estimulación del entorno.

Es absurdo negar que el cerebro reaccione al entorno. Pero eso no es lo mismo que aceptar que ese entorno puede hacer lo que quiera con nuestro cerebro.

Por un lado, sabemos que nuestras diferencias genéticas influyen sobre las correspondientes diferencias de estructura cerebral. En un estudio publicado en 2001 en la revista ‘Nature Neuroscience’ y dirigido por el Dr. Paul M. Thompson, se comparó a personas según su grado de parentesco (gemelos, hermanos y personas sin parentesco). Dos resultados de esa investigación son especialmente relevantes: (a) los gemelos presentaban una estructura cerebral mucho más parecida que los hermanos, mientras que en las personas sin parentesco la similitud en la micro-estructura cerebral apenas era relevante, y (b) la estructura cerebral presentó una fuerte influencia genética, especialmente en los lóbulos frontales y temporales (por cierto, en el lóbulo temporal se encuentra el hipocampo).

Por otro lado, uno de los estudios más famosos sobre los cambios en la estructura cerebral a consecuencia de la práctica, dirigido por el Dr. Bodgan Draganski y publicado en la revista ‘Nature’ en 2004, usando un diseño de investigación aceptable, demuestra que el cerebro cambia con la práctica intensiva. En concreto, determinadas regiones del cerebro, relacionadas con la mejora en la actividad entrenada, se hacen más grandes. Sin embargo, ese estudio también revela que los cambios remiten cuando se abandona la práctica, de modo que esas regiones recuperan su tamaño original.

Volviendo al programa ‘Redes’, reconozco que me quedé con la mosca detrás de la oreja y recapacité sobre cómo Punset había enfocado el asunto de la plasticidad del cerebro sirviéndose del estudio de los taxistas. Así que releí el artículo original y quiero compartir ahora con los lectores de este post lo que recordé:

1.- Se consideró a 16 taxistas, con un rango de edad de entre 32 y 62 años, así como una experiencia como taxistas que oscilaba entre el año y medio y los 42 años. Es decir, muy pocos taxistas y demasiado distintos, tanto en edad como en experiencia. Una mala combinación.
2.- El grupo de no taxistas estuvo formado por 50 personas. Más de tres veces más numeroso que el de taxistas.
3.- El tamaño total del hipocampo NO resultó distinto en los taxistas y en los no-taxistas. Repito: NO FUE DISTINTO en ambos grupos.
4.- El anterior resultado llevó a los científicos a adoptar una técnica que no suele fallar, al menos desde época de los romanos: divide y vencerás. Así que separaron el hipocampo en partes.
5.- Pero se encontraron con una sorpresa: la parte anterior del hipocampo fue mayor en los no-taxistas, mientras que la parte posterior fue mayor en los taxistas. Mal asunto, pero a los científicos no les tembló el pulso.
6.- Ni cortos ni perezosos, se centraron en los taxistas y calcularon la relación entre el tiempo que llevaban ejerciendo su profesión y el tamaño de sus hipocampos. Concretamente, hallaron ‘únicamente’ una relación significativa en la parte posterior del hipocampo derecho. Nada de nada en la parte anterior de ese hipocampo derecho, ni, por supuesto, en ninguna de las regiones del hipocampo izquierdo.

Hay más detalles inquietantes en este famoso e influyente estudio, pero me detendré aquí. No merece la pena hacer demasiada sangre.

Hay que elogiar a Punset por divulgar ciencia. Pero divulgar no es vulgarizar y distorsionar.

3 comentarios:

  1. bucando por la red si el dat-vr es un vehiculo un conpeto o una medida me encuentro con tu blog, soy estudiante de 5º de psicologia y tengo millones de folios que estudiar con tus estudios, eres un referente muy valioso para mis profesores (en epoca de examenes no tanto para los alumnos)
    gracias por tus aportaciones a nuestra maravillosa ciencia!

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  2. Gracias por el amable comentario. Lamento lo de los folios. Al menos espero que sirva para aprender algo medianamente relevante. Saludos.

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  3. Muy útil como maestro de educación especial investigar mas sobre la plasticidad cerebral. Gracias por el post

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