lunes, 7 de febrero de 2011

Luri con la escuela

Estando en BCN me cuentan que un ensayo sobre educación, escrito en catalán, se ha convertido en un éxito de ventas. Tanto que se decidió publicar una versión en castellano. El autor, Gregorio Luri, y su título 'La escuela contra el mundo'.

Aunque el ensayo gira alrededor del problema de sobra conocido de que nuestros colegios acumulan el doble de fracaso escolar que el resto de la UE, ya desde el principio se nota que el autor sabe de lo que está hablando, se percibe que piensa antes de escribir.

Su diagnóstico: la causa principal de nuestros problemas educativos reside en el profesorado, aunque a la actual situación han contribuido, muy notablemente, las sesudas mentes de la llamada 'Psicología educativa' promotoras de la pedagogía New Age.

Declara Luri: "si no puede garantizar el compromiso honesto del profesorado, cualquier sistema educativo está condenado a la mediocridad".

Y destaca una serie de síntomas de lo que él denomina 'malestar docente'. Son los siguientes:

-. El triunfo de la mediocridad disfrazada de equidad. Nuestro sistema reniega de la excelencia.
-. Fracaso escolar masculino. Sin comentarios.
-. La pérdida de la autoridad del docente. Tampoco hay comentarios.
-. El efecto widget, es decir, "el maestro efectivo solo tiene por tribunal a su conciencia".
-. La pedagogía masoquista. La sociología de la educación está más interesada en darle una justificación al fracaso que en mejorar la educación.
-. Del fatalismo intelectual a la piedad terapéutica. Luri es tajante: "la escuela está para vigilar que cada alumno se aproxime lo más posible a la mejor versión de sí mismo, no para sentir piedad del que se conforma con una versión mediocre de sí mismo".
-. Dificultades para crear ambientes efectivos de aprendizaje que no se basen en engañar a los chavales con perspectivas falsas.
-. El desprestigio del maestro. Luri, arremete, con razón, contra los profesores universitarios que hablan más que piensan (o estudian).

A veces el autor se contradice, siendo presa del conflicto entre lo que le gustaría y la realidad, pero es realmente infrecuente. Generalmente está iluminado: "si no creemos en la posibilidad de una meritocracia democrática, será difícil hacer creíble la importancia de la excelencia en educación. Si no creemos que la inteligencia y el esfuerzo personal serán los criterios de acceso más justos a los lugares de responsabilidad y gobierno, estamos diciéndoles a los menos favorecidos que están condenados a ocupar los puestos inferiores".

Pone el dedo en la llaga con preguntas como esta: "si los centros de enseñanza no tienen ningún inconveniente en lucir públicamente sus virtuosos del fútbol e incluso hacen competiciones entre ellos por ver quién tiene los más destacados, ¿por qué les incomoda tanto mostrar a sus mejores alumnos?"

El antídoto general que Luri propone, ante la mala coyuntura educativa del país, es el regreso de la confianza en los docentes: "los países que obtienen buenos resultados en PISA valoran de manera muy notable el trabajo de sus maestros". Por cierto, no tiene empacho en confirmar la importancia de seleccionar buenos maestros, porque despedir a los malos es mucho más complicado.

La escuela, según este profesor jubilado, debe ser un espacio relativamente aislado del mundo, dentro del que "los dos únicos elementos diferenciadores entre los alumnos serían el talento y el esfuerzo".

Reniega de los lemas vacíos que plagan la pedagogía New Age del tipo 'aprender a aprender': "la escuela se deja seducir fácilmente por los cantos de sirena que le prometen un aprendizaje sin esfuerzo, y en la actualidad está la promesa de la nuevas tecnologías". Nos recuerda que no es lo mismo fomentar el interés que divertir.

En el epílogo vuelve a la carga comentando la aparición y desvanecimiento de numerosas teorías psicopedagógicas: "es muy fácil desprestigiar las 'viejas' prácticas docentes, pero no es nada fácil sustituirlas por otras nuevas que sean más eficientes".

En lugar de intentar 'copiar' modelos ajenos, no estaría de más esforzarse por consolidar aquello que sabemos que funciona. Luri está en lo correcto al subrayar el papel crucial del maestro, pero la avalancha de regulaciones estatales y comunitarias hundirá el barco. A no ser que los centros ganen autonomía y puedan competir libremente para llegar más eficientemente a puerto.

En fin, háganse con el libro y lean. Luri escribe realmente bien y se comunica con una claridad y una honestidad asombrosas. Raro en los tiempos que corren.

P.S. Una posible lectura complementaria:

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