lunes, 30 de abril de 2012

El genio hereditario de Francis Galton


La obra de Francis Galton, 'Hereditary Genius', sigue siendo una lectura recomendada entre algunos científicos de la actualidad con curiosidad por la historia.

Es, desde luego, una obra interesante, pero no se libra de importantes imprecisiones (y errores) que poseen su repercusión todavía hoy en día.

Uno de los ejemplos llamativos, para un individuo como el autor de este post, es su revisión del caso de España en el capítulo sobre la 'inteligencia de las naciones'.

Galton hace un repaso, relativamente exhaustivo, para encontrar respuestas a por qué hay países más inteligentes que otros.

En el caso de España escribe lo siguiente:

"El grado con el que la persecución ha influido en las razas de Europa puede valorarse fácilmente a través de una serie de cálculos estadísticos.

Así, por ejemplo, con respecto al martirio y el encarcelamiento, la nación española ha purgado a 1.000 libre pensadores por año entre 1471 y 1781, es decir, durante tres siglos.

Los españoles han ejecutado a 100 de esos 1.000 individuos y han encarcelado al resto.

Los datos dicen que, durante esos tres siglos, se han quemado a 32.000 personas, se han quemado simbólicamente a otras 17.000 (que seguramente murieron en prisión o huyeron del país), y se ha condenado a 291.000.

Es imposible que un país pueda soportar esta situación sin pagar un alto precio con respecto a su capital humano.

Estos hechos explican por qué los españoles son tan supersticiosos y por qué en el momento actual puede concluirse que los españoles conforman una nación poco inteligente" (página 359).

Este autor inglés explora otros países europeos, pero España es el peor parado, con diferencia. Inglaterra se salva milagrosamente. Mientras que en una gran parte de los países los mejores cerebros huyen de sus países, permanecen en la isla porque se encuentran magníficamente en su ambiente tolerante.

Posiblemente Galton es ingenuamente inocente, en el sentido de que llega a esas conclusiones según los datos que conocía.

Pero sabemos ahora que esos datos son estrictamente falsos.


Y, por tanto, cualquier derivación que pueda hacerse de ellos carece de sentido, sería ridícula.

Los lectores del autor inglés deben dejar de 'inspirarse' en sus palabras. Y, también, en los datos que da por válidos. No lo son.

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