En este capítulo viajamos a través del espacio y el tiempo. Sagan se enfrenta al complejo reto de
ayudarnos a comprender la vastedad del Cosmos. Su enormidad no puede
comprenderse sin la indisoluble unión de espacio y tiempo.
Los humanos somos viajeros pasivos
atrapados en nuestro mundo, pero esa situación puede cambiar.
La luz que vemos ahora proveniente de
las estrellas comenzó a viajar, en una mayoría de los casos, hace miles de
años. Por tanto, vemos ahora desde aquí el pasado de
allí. La estrellas que vemos ahora pueden haber dejado de existir cuando
alcanzan nuestra retina o nuestros telescopios. Las constelaciones que vemos
ahora fueron distintas hace millones de años. El ordenamiento de las estrellas
en nuestro cielo es distinto ahora del que puede apreciarse desde otros
sistemas.
El presentador nos tiene
acostumbrados a viajar, y, para la ocasión, nos vamos a la Toscana para narrar el momento en el que el joven Albert Einstein tuvo su particular
epifanía. El mundo cambió cuando dio a conocer su teoría
de la relatividad. El principal descubrimiento (mental) supuso admitir que
la luz, y, en concreto, la velocidad a la que viaja, establece un límite absoluto a lo que puede y no puede suceder en el
Universo.
Nada puede desplazarse más rápido que
la luz. Moverse en las proximidades de la velocidad de la luz es posible, pero
tiene consecuencias sobre el tiempo. Viajar en moto por la Toscana durante unos
breves minutos equivale a décadas para quienes se quedaron sentados en la plaza
del pueblo.
Es esta clase de conexión
espacio-tiempo la que Sagan usa para volver a su discurso estelar abandonando
Italia. Si viajar casi a la velocidad de la luz posee un efecto tan poderoso sobre
el tiempo del viajero –viaja literalmente al futuro—entonces ¿sería posible viajar al pasado?
Especular, hacer experimentos
mentales, no tiene efectos negativos, y como demostró el caso de Einstein,
puede conducir a un paso más en la comprensión de los fenómenos cósmicos.
Viajar a las estrellas de las que provenimos será complejo, pero también factible.
Los humanos ya han concebido naves capaces de transportarnos a otros sistemas
solares y otras galaxias a gran velocidad, aunque al regreso sería probable
encontrarse con que nuestro sistema solar, y, por tanto, nuestro hogar, ha
desaparecido.
En la actualización del capítulo
Sagan habla de la publicación de su novela, ‘Contact’, llevada al cine
por Robert Zemeckis. Una de las
claves de la historia narrada en esa novela es un modo de viajar al centro de
la vía láctea usando un método que, para los físicos más atrevidos del California
Institute of Technology resulta posible, es decir, agujeros, atajos espaciales para superar las limitaciones temporales.
En el desarrollo de este capítulo de
la serie documental, Sagan no puede evitar volver a insistir en que nuestra
estupidez puede llevarnos a destruir la Tierra. ¿Por qué no usar nuestra
inteligencia para encontrar un modo eficiente de viajar a las estrellas,
nuestro verdadero hogar?
No seré yo quien sugiera que Einstein
puede estar equivocado al establecer el límite absoluto que impone la velocidad
de la luz. Pero, desde luego, no sería la primera vez que la ciencia termine
admitiendo que algo que creía imposible puede finalmente hacerse.
La osadía suele rendir
beneficios en la investigación científica. Estoy casi seguro de que hay por
ahí científicos pensando en la posibilidad de superar esa limitación que vio la
luz bajo el sol de la toscana.
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