jueves, 6 de septiembre de 2012

COSMOS (9)


En el capítulo nueve de la serie documental (‘Las vidas de las estrellas’) Sagan nos conduce desde los átomos, el mundo de lo muy pequeño, al cosmos, el de lo extraordinariamente grande.

Una deliciosa tarta de manzana está hecha del mismo material que nuestro sol, y, por supuesto, que nosotros los seres humanos. Somos material estelar. Provenimos de las estrellas y de las complejas interacciones que se establecen en su galáctico ciclo vital, desde su nacimiento hasta su muerte.


Así dicho suena incluso poético: somos hijos de las estrellas y compartimos sus mismos átomos. Pero comprender el proceso a través del que esos elementos atómicos se combinan para formar el mundo conocido es harina de otro costal.

No son los elementos químicos en sí mismos los que nos permitirán resolver el enigma, sino los mecanismos a través de los que se ensamblan para formar los mundos de las galaxias, y, en concreto, los seres animados e inanimados que pueden encontrarse en un planeta como la Tierra.

Todo parece muy simple cuando se toma conciencia de que toda la realidad puede reducirse a átomos compuestos por protones, neutrones y electrones. O que los distintos elementos químicos organizados en la famosa tabla periódica únicamente varían por el número de átomos. Existen más de 90  tipos químicamente distintos de elementos en el mundo conocido. El más simple es el hidrógeno (el elemento 1) y el más complejo es el uranio (el elemento 92). La particular combinación de tres unidades (protones, neutrones y electrones) lo forman esencialmente todo.

Para aumentar nuestra perplejidad, el presentador subraya que los átomos son, en su mayor parte, espacio vacío.

La materia se compone esencialmente de nada.

El universo está formando en un 99% por hidrógeno y helio, los elementos más simples de la tabla periódica. Las estrellas y sus planetas nacen a consecuencia de un colapso gravitacional de nubes de gas y polvo. El brillo de las estrellas no es otra cosa que el resultado de poderosas fusiones nucleares. Lo que sucede en el interior de las estrellas es capaz de combinar los átomos superando la fuerza de repulsión de sus componentes.


Igual que nosotros, las estrellas tienen progenitores y producen descendencia. En su proceso evolutivo, las estrellas pueden tener distintos finales, todos ellos trágicos. Puede producirse una supernova o un agujero negro. Quizá estos últimos puedan servir para desplazarse a distintos lugares del cosmos violando sus principales leyes.

Es este un capítulo realmente abstracto. Me cuesta trabajo imaginar que, a día de hoy, tuviera el mismo eco que cuando se emitió originalmente por televisión. Ahora que estamos preocupados por innumerables factores, desde las decisiones de nuestro Presidente y su ministro de economía hasta las elecciones norteamericanas, pasando por las últimas reveladoras declaraciones de Belén Esteban, resulta difícil aventurar una buena acogida a las palabras de este científico.

Se esfuerza por contarnos que somos material estelar, que somos hijos del cosmos en un sentido profundo. Nuestra materia, nuestra forma y nuestro carácter se encuentran determinados por la relación de la vida con el cosmos.

Su tarea resultaría en fracaso hoy en día. Si tuviera éxito, gran parte de las cosas que ahora nos preocupan pasarían a ocupar un segundo plano. Si lograse su objetivo, nos centraríamos en lo realmente importante al tomar conciencia de que, en un sentido literal, y aunque todavía no podamos comprender en qué sentido preciso, todos somos hermanos del mismo padre: el cosmos. Somos una gran familia.

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