miércoles, 19 de noviembre de 2014

1984

Es esta una historia que George Orwell redacta en una isla de Escocia estando ya bastante avanzada su tuberculosis. Es difícil saber si el tenebroso ambiente en el que se desarrollan los sucesos interactúa con el estado de salud del autor durante su proceso creador.

Lejos de mi intención decir algo nuevo sobre esta famosísima novela. El gran hermano, Emmanuel Goldstein (el enemigo del pueblo), las tele-pantallas (“era un terrible peligro pensar mientas que se estaba en un sitio público o al alcance de la tele-pantalla”), los dos minutos de odio, la habitación 101 (“lo peor del mundo varía de individuo a individuo”), la neo-lengua (“el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día (…) el radio de acción de la conciencia será cada vez menor (…) la intención de la neo-lengua era imposibilitar otras formas de pensamiento (…) cuanto menor era el área para escoger, más pequeña era la tentación de pensar (…) no existía un vocabulario que expresase la función de la ciencia como actitud mental o cómo método intelectual”) o los crímenes del pensamiento son elementos demasiado conocidos.

Admito que quizá para algunos ciudadanos de la actualidad pueda ser interesante recordar, y hacerlo con entusiasmo, las cosas que supuestamente Orwell deseaba comunicarnos. Quizá como advertencia, aunque mirando en derredor es tentador pensar que como profecía.

Seguramente lo que más me seduce es la rebelión que se despierta en Winston y que comparte con Julia. En una sociedad absolutamente controlada, ¿cómo puede albergarse dentro de la cabeza de un individuo lo que no puede pensarse? (“nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo”). Como miembro del partido, todas las acciones del protagonista se encuentran supervisadas mediante las tele-pantallas. Es difícil explicar cómo llega a cuestionar el establishment. Orwell no se adentra realmente en esa zona (“encontrarse en minoría, incluso en minoría de uno solo, no significaba estar loco (…) no has querido realizar el acto de sumisión que es el precio de la cordura. Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo (…) solo la mente del partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad”).

Sorprende que no haya leyes, y que, por tanto, no haya nada que pueda hacerse o pensarse que sea ilegal. En la sociedad descrita por Orwell, los padres vivían atemorizados por sus hijos, educados desde su nacimiento para observar cualquier acto de sus progenitores a la búsqueda de la traición que les pusiese a los píes de las autoridades (“la familia se había convertido en una ampliación de la policía del pensamiento”). El pasado se reconstruye constantemente para no entrar en contradicción con el presente que más interese al partido (“el pasado era puesto al día”).

La mayor parte de la población estaba compuesta por los proles, quienes, antes de la revolución, “eran explotados y oprimidos ignominiosamente por los capitalistas (…) eran inferiores por naturaleza y debían sujetarse mediante unas cuantas reglas muy sencillas (…) el duro trabajo físico, el cuidado del hogar y de los hijos, las mezquinas peleas entre vecinos, el cine, el fútbol, la cerveza y, sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental (…) había millones de proles para quienes la lotería era la principal razón de su existencia”.

En su viaja sin retorno, Winston confiesa a su diario que comprende cómo actúa el partido, pero ignora por qué. Su continente estaba en permanente estado de guerra porque así se facilitaban los sentimientos esenciales para esa sociedad: el miedo y el odio (“la gente vivía asustada”). Los millones de trabajadores deben ser resistentes y estar mal pagados (“el aumento del bienestar amenazaba la destrucción de una sociedad jerárquica (…) esa sociedad solo era posible basándose en la pobreza y en la ignorancia”).

Para mi, como psicólogo, es magnífica la penetración de Orwell sobre la conducta y la mente humanas:

El hombre de ciencia actual es una mezcla de psicólogo y policía que estudia minuciosamente el significado de las expresiones faciales, gestos y tonos de voz, los efectos de las drogas que obligan a decir la verdad, la terapéutica del shock, del hipnotismo y de la tortura física
(…) ya a principios del siglo XX era técnicamente posible la igualdad humana.
Seguía siendo cierto que los hombres no eran iguales en sus facultades innatas y que las funciones habían de especializarse de modo que favorecían inevitablemente a unos individuos sobre otros;
pero ya no eran precisas las diferencias de clase ni las grandes diferencias de riqueza
(…) con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada
(…) por primera vez en la historia existía la posibilidad de forzar la completa uniformidad de opinión”.


El Gran Hermano es una figura imprescindible porque “su función es actuar como punto de mira para todo amor, miedo o respeto, emociones que se sienten con mucha mayor facilidad hacia un individuo que hacia una organización (…) si uno de ha de gobernar, y de seguir gobernando para siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad”.

Cuando Winston es apresado, su carcelero, O’Brien, repasa la historia, y describe su actual sociedad, con una sencillez aterradora:

La consigna de todos los despotismos era ‘no harás esto o lo otro’.
La voz de mando de los totalitarios era ‘harás esto o aquello’.
Nuestra orden es ‘eres’
(…) debes librarte de esas ideas decimonónicas sobre las leyes de la naturaleza. Somos nosotros quienes dictamos las leyes de la naturaleza
(…) los hombres son infinitamente maleables
(…) las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia.
La nuestra se funda en el odio
(…) no habrá arte, ni literatura, ni ciencia.
No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad”.

El apéndice a la novela se permite un cruel guiño a las palabras de Jefferson en la declaración de independencia norteamericana:

Entendemos que son verdades evidentes el que todos los hombres han sido creados iguales, que han sido dotados por su creador con ciertos derechos inalienables, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Y que, para asegurar estos derechos, se han instituido entre los hombres los gobiernos, cuyo poder depende del consentimiento de los gobernados.
Y que cuando cualquier forma de gobierno perjudica estos fines, el pueblo tiene derecho a alterarla o abolirla e instituir una nueva”.

¿Qué más puede decirse?


4 comentarios:

  1. Cuando se habla de este libro siempre surge el debate sobre advertencia o profecía, y desafortunadamente es bastante fácil entender el porqué. No cabe duda de que aquellas frases, hoy en día, suenen asombrosas … Pero quiero añadir otro posible objetivo: explicar. Un manual. Las advertencias y las profecías tienen en común una cosa crucial: están destinadas a la multitud, para que se enteren, para que puedan actuar, o por lo menos intentarlo. Bueno, yo dudo que una persona como Orwell haya tenido cualquier tipo de esperanza o expectación hacia la multitud. Así que igual el mensaje no era para todo, sino solo para algunos ... un porcentaje que desconocemos, pero que probablemente es minoría … Y el objetivo entonces quizás no era avisar o profetizar, sino solo informar y explicar, para que aquellos algunos pudieran tomar medidas a lo largo de sus vidas …

    Un artículo reciente:
    http://cultura.elpais.com/cultura/2017/01/26/actualidad/1485423697_413624.html

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  2. Gracias, Emi, por el comentario. Por lo que parece, quienes podían tomar medidas han decidido que no vale la pena (o, por alguna razón) no les interesa. Mírate, si puedes, este post:

    http://robertocolom.blogspot.com.es/2012/07/coming-apart.html

    Saludos, R

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  3. Entiendo esto de la “segregación cognitiva” ... entiendo los riesgos … pero es que para proponer una alternativa al segregarse hay que ser muy optimista hacia la gente … Si no tienes este optimismo (que, por definición, es algo que pasa de las evidencias y entra en las esperanzas) ves la segregación como única elección (el mal menor) para no meterte en jardines, para evitar un sacrificio que por un lado tampoco aporta a la multitud, y al mismo tiempo puede seriamente perjudicarte la salud! Para los que no creemos en la reencarnación o en el paraíso, esta es la única vida: está bien dejar el mundo un poco mejor de cómo lo hemos encontrado, pero sin obligar a nadie, y al ser posible con una calidad de la existencia por lo menos decente.

    Hay que dar ejemplos y alternativas, siempre, pero no se puede (y a lo mejor ni se debe) forzar la multitud hacia algo que, al fin y al cabo, no es.

    Me parece que fue Churchill que dijo que el mejor argumento contra la democracia es … una breve charla con un elector promedio! Pues no estoy seguro de que esto cambie el valor de la democracia (el mal menor), pero desde luego evidencia un límite importante, crucial, endógeno, que viene en un paquete de cientos de miles de años de historia evolutiva …

    Un articulo:
    http://www.jotdown.es/2016/05/llanto-del-macaco/

    Y otro enlace reciente, al hilo …
    http://elpais.com/elpais/2017/01/25/ciencia/1485370641_379950.html

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