Se publica en ‘American Psychologist’ un artículo sobre las
semejanzas y diferencias de sexo que recopila evidencias de más de 12
millones de individuos reclutados en más de 20 mil estudios.
Usan una técnica conocida como
‘meta-síntesis’ para resumir los resultados derivados de 106 meta-análisis.
El promedio del tamaño del efecto,
calculado a partir de más de 21 mil efectos, es de d = 0.21, aunque los autores subrayan que el 85% de los efectos son
pequeños o muy pequeños. Por tanto, hay diferencias de sexo, pero son
minúsculas en general.
Los rangos habituales para
interpretar esos tamaños son, según J. Cohen: 0.2 (efecto pequeño), 0.5 (efecto
moderado) y 0.8 (efecto sustancial).
Las siguientes figuras representan
los efectos más elevados observados en esta investigación.
Los varones presentan mayores valores
en masculinidad, rotación mental, relevancia del atractivo físico al elegir
pareja, agresividad, confianza en la capacidad física y rendimiento en grupos
del mismo sexo.
Las mujeres presentan mayores valores
en reacción a estímulos dolorosos, apego hacia las amistades, interés por las
personas (en contraste con interés por las cosas) y miedo evocado por las
películas.
El informe comienza comentando la
ubicua presencia de estereotipos sobre ellos y ellas en sus capacidades, personalidad,
intereses, actitudes y tendencias de conducta. Pero, se preguntan los autores: ¿son
realmente tan diferentes varones y mujeres?
Los dominios en los que generalmente
se agrupan las variables usadas para comparar sexos corresponden a la cognición
(atención, memoria y resolución de problemas), la personalidad (temperamento,
intereses, agresión, comunicación interpersonal, ayuda, sexualidad y liderazgo)
y el bienestar (depresión, rumiación y autoestima). Los tamaños del efecto para
estas categorías fueron de 0.22 para las dos primeras y de 0.14 para la
tercera.
El reducido tamaño de las diferencias
de sexo no cambia con la edad, es decir, son reducidas en la infancia, la
adolescencia y la edad adulta. Los cambios culturales tampoco poseen un efecto
apreciable, y, por tanto, nada ha cambiado desde los años 80. Los autores
examinan otras variables potencialmente perturbadoras (como analizar únicamente
estudios publicados), pero los reducidísimos efectos apenas se ven alterados.
La conclusión general es que existe
un solapamiento de casi el 85%.
Aún así, los autores admiten,
correctamente, que aunque las diferencias promedio sean pequeñas “no deben verse como
triviales, ya que efectos reducidos pueden presentar importantes consecuencias
en la vida cotidiana (…) debe evitarse la conclusión de que las diferencias de
sexo no existen o son triviales”. También advierten de que los
tamaños del efecto sobre los que se informa pueden verse influidos por cómo se
miden las variables de interés. El resultado en un test de matemáticas (medida)
no es lo mismo que la capacidad matemática (constructo).
A raíz de este informe, David P.
Schmitt ha publicado un
comentario en ‘Psychology Today’ en el que hace tres comentarios críticos.
Primero, no hay demasiada teoría
detrás de los meta-análisis considerados en la meta-síntesis. Sin embargo, la
psicología evolucionista predice que existirán diferencias de sexo en los
dominios en los que varones y mujeres tuvieron que resolver problemas
diferenciales de adaptación y en los que hubo selección sexual. Por ejemplo, la
búsqueda de sexo casual ha mostrado valores mucho más elevados en varones.
Schmitt ha leído demasiado rápido la meta-síntesis que comenta porque, según él,
el tamaño del efecto para esta variable (0.74) es mayor que cualquiera de los
informados en el artículo revisado, lo que es falso (véase las figuras arriba).
Segundo, la meta-síntesis ignora las
diferencias culturales. Comenta Schmitt que las diferencias de sexo en
cognición o personalidad son mayores en sociedades más igualitarias. Este hecho
revela interesantes insights sobre el
origen de esas diferencias.
Tercero, la meta-síntesis decide
ignorar una aproximación multivariada en la que pequeños efectos pueden sumarse
para producir un efecto más sustancioso. Usando esta estrategia, en una
investigación se observó un solapamiento menor al 10% entre varones y
mujeres.
En resumidas cuentas, Schmitt
considera que si se sabe qué mirar (guiados por la teoría evolucionista), dónde
mirar (en distintas culturas), y cómo mirar (usando estrategias multivariadas)
probablemente las diferencias de sexo no se considerarían triviales.
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