lunes, 20 de abril de 2015

Los individuos más inteligentes resisten mejor el ataque a sus redes cerebrales

Emiliano Santarnecchi, de la Universidad de Siena, publica un interesantísimo (y complejo) artículo en el que se concluye que los individuos más inteligentes (según las puntuaciones alcanzadas en un test de CI) resisten mejor los ataques dirigidos contra la integridad de las redes que conectan las distintas regiones cerebrales.

Mediante una serie de simulaciones, los autores comprueban el efecto, sobre la integridad de las redes, de ataques dirigidos (targeted) o aleatorios (random). El principal resultado que resume la evidencia observada es que los individuos más inteligentes poseen una capacidad de procesamiento más distribuida, de modo que el ataque a los nodos de las redes produce un efecto menor sobre su integridad.

El resultado es fenomenal porque ayuda a comprender qué es eso de la reserva cognitiva, por ejemplo. O por qué, según ha demostrado la epidemiología cognitiva, los individuos más inteligentes viven más tiempo que los menos inteligentes. Según la hipótesis más atrevida, los individuos con mayor nivel intelectual disfrutan de un sistema nervioso con más integridad que los que poseen un menor nivel intelectual.


En concreto, las siguientes son las preguntas que buscan respuesta en esta investigación:

1. ¿Corresponde una mayor inteligencia a un cerebro más robusto?
2. Si es así, ¿cuáles son las regiones cerebrales más o menos susceptibles a los ataques dirigidos o aleatorios?
3. ¿Existe una relación específica entre la inteligencia y el tipo de ataque?
4. ¿Existe alguna diferencia entre la inteligencia fluida y la cristalizada?

Para responder estas preguntas se exploran los registros de resonancia funcional en reposo (rsfMRI) de un grupo de algo más de 100 individuos de entre 20 y 60 años de edad. Seguidamente se divide el cerebro en 90 regiones corticales y subcorticales y se estudian sus niveles de conectividad. Se obtiene una serie de indicadores de conectividad que se resumen en valores de integración y segregación de las redes para estimar el procesamiento local y distribuido, respectivamente.

Los resultados indican que la resistencia del cerebro a los ataques se relaciona con el CI total (r = 0.65), verbal (r = 0.57) y no-verbal (r = 0.53). Los valores son bastante dignos. Obsérvese que no hay apenas diferencia entre los tests verbales (cristalizados) y no-verbales (fluidos).

A continuación se identifican las regiones del cerebro que son las principales responsables de la interacción entre inteligencia y resistencia. Se observa que, para los individuos de mayor nivel intelectual, esas regiones se encuentran especialmente vinculadas al lenguaje: pars opercularis (BA 44), giro frontal medial (BA 46), lóbulo parietal inferior (BA 40), giro supramarginal y giro temporal medial. También se identifican algunas regiones asociadas a la memoria: lóbulo temporal inferior y medial (BAs 20 y 21) y corteza cingulada posterior.

En el caso de los individuos de menor nivel intelectual, las regiones más relevantes se encuentran vinculadas al procesamiento emocional: amígdala, corteza cingulada anterior y polo temporal.

No sé muy bien qué se puede concluir de esta diferencia entre las regiones más relevantes según nivel intelectual, pero, probablemente, puede sugerirse que el ‘hardware’ sobre el que se implementa el ‘software’ de esos dos grupos de individuos puede no ser directamente comparable.

En resumidas cuentas, lo que se deriva de esta investigación es que lo que representa la relación inteligencia-resistencia es el procesamiento distribuido, no local. Ninguna región en concreto, como, por ejemplo, la corteza prefrontal, sería crucial, aunque quizá sea posible identificar una red de regiones particularmente importante.


La evidencia observada en este estudio subraya que las regiones frontales, parietal y temporales se encuentran detrás de las diferencias individuales de inteligencia, pero también serían responsables de la mayor resistencia mostrada por los individuos más inteligentes. Además, las regiones que distinguen mejor a los individuos más y menos inteligentes son el pars opercularis, el lóbulo parietal inferior (BA 40) y el giro frontal medial (BA 46), es decir, regiones especialmente vinculadas al procesamiento lingüístico.

Los autores finalizan su discusión con posibles contribuciones de los resultados a los estudios experimentales dirigidos a inhibir o estimular determinadas funciones cognitivas. Una de las consecuencias básicas es que ‘provocar’ a una determinada región producirá efectos en la red a la que pertenece esa región. Además, los efectos experimentales interactuarán con variables diferenciales como el nivel intelectual.

Un ejemplo realmente bonito de cómo el análisis de similitudes y diferencias enriquece nuestro conocimiento científico y nos ayuda a avanzar con paso más seguro. Terminemos con la división de campos disciplinares. Pero en serio, no solamente de boquilla.


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