La credulidad de los seres humanos ante las
pseudociencias no deja de sorprenderme y, antes de que el propietario del blog aluda a la inteligencia de los
individuos, déjenme recordar cómo afecta, también, a personas con un elevado
nivel intelectual (como se supone que fue el caso de Steve Jobs).
(Si caen en la tentación de reikis, flores de bach,
etc., no dejen de ver este fantástico monólogo de Tim Michin).
Entre todas, quiero centrarme en algunos aspectos
concretos de una que está moviendo en la actualidad cantidades ingentes de
dinero: la homeopatía.
A modo de recordatorio, la homeopatía se basa en dos principios básicos:
1) Lo similar cura lo similar (no les recomiendo
probar este principio si se golpean el dedo con un martillo).
2) Una substancia es más poderosa cuanto más diluida
esté.
Tengo que reconocer que el punto 2) me emocionó
hasta tal punto que diluí un chupito de whisky
single malt de 18 años en la bañera, esperando obtener reservas para todo
el mes, con un resultado descorazonador.
El nivel de dilución al que someten las substancias
es simplemente increíble. Es tan elevado que la probabilidad de encontrar una
molécula de la substancia original en el producto resultante, es la misma que
la de señalar a un punto al azar en una esfera cuyo radio es la distancia entre
la Tierra y el Sol y encontrar justamente ahí una pelota de tenis que
previamente habíamos puesto en órbita.
La respuesta que dan al hecho de que sea
prácticamente imposible encontrar una molécula del principio supuestamente
activo en la solución final es que, antes de cada dilución, se realizan una
serie de movimientos que hacen que el principio activo transmita su información
a las moléculas de agua, que a su vez guardan dicha información en su memoria.
Como pueden ver, dicha explicación deja muy clara la
base científica de la homeopatía: las moléculas de agua tienen memoria (aunque no sabemos si a corto
plazo o a largo plazo).
Múltiples sociedades científicas, sociedades en
defensa del pensamiento racional e investigadores, han aportado numerosas
pruebas de que, en realidad, estamos ante un ejemplo más del efecto placebo y de la autosugestión
(un ejemplo buenísimo de autosugestión lo pueden encontrar aquí.
En este sentido, una de las demostraciones más
divertidas contra la homeopatía, son los numerosos suicidios homeopáticos
que se han llevado a cabo alrededor del mundo.
Un suicidio homeopático consiste en quedar con unos
cuantos colegas escépticos para tomar una cantidad de un producto homeopático
muy superior a la indicada por el fabricante como peligrosa para la salud, y
esperar pacientemente a la consecuencia mortal de dicha dosis.
Como pueden suponer el número de muertes totales
alrededor del mundo ha sido “cero
patatero”, incluso cuando, como en el caso del suicidio acaecido en Madrid
el año pasado, los imprudentes escépticos tomaron una cantidad
enorme de somníferos homeopáticos.
Llegados a este punto, una de las últimas líneas de
defensa de los seguidores de la homeopatía es que sus productos también
manifiestan efectos en niños y animales, los cuales difícilmente pueden
manifestar el efecto placebo o autosugestionarse.
¡Jaque Mate Escépticos!
¿Seguro?
Una explicación posible es que la mejoría observada
está sólo en el ojo del observador (progenitor o propietario de la mascota). De
hecho, este efecto está bien documentado, es el “caregiver placebo effect”, pero me temo que esta
explicación no va a convencer a los defensores de la homeopatía.
Como señalaban en otro blog en un artículo sobre el efecto placebo en niños “Sana, sana, culito
de rana, si no sana hoy sanará mañana”.
Cualquier madre/padre/abuelo/abuela del mundo puede
contarles la elevada efectividad de esta terapia.
De hecho, hace muchos años (demasiados si los
cuento), cuando hacía travesías por la montaña llevando niños, el remedio
habitual al “me
duele mucho el pie y no puedo seguir andando” era adherir una
supuesta aspirina con una tirita al pie, lo cual provocaba un efecto que ríanse
ustedes del KERS en la Fórmula 1.
¡A ver quién demuestra que todo esto no es
equivalente al efecto placebo!
Bromas aparte, existen numerosos estudios que muestran
que los niños presentan también el efecto placebo. Este efecto es incluso mayor
cuanto menor es la edad del niño.
Por supuesto con esto tan solo solucionamos parte
del problema pues…
¿Qué ocurre con los animales?
¡Pues simplemente que también presentan efecto
placebo!
Por ejemplo, este estudio mostró que cuando las ratas suponen que un placebo
contiene un calmante, reaccionan del mismo modo que los sujetos humanos, es
decir, sintiendo menos dolor.
Lamentablemente, esta información tan solo
convencerá a los escépticos pues, creo recordar que en una ocasión Roberto
comentó un estudio que demostraba que atacar una creencia con datos hacía que
el “creyente” se cerrara aún más en banda. No obstante, no por ello hay que
dejar de seguir intentándolo.
Para finalizar, me he encontrado un par de veces con
una frase que se dice que Carl Sagan
atribuyó a un ingeniero de la NASA (si
non e vero e ben trovato) y que
viene como anillo al dedo para concluir este post:
“Es bueno tener la
mente abierta, pero es peligroso tenerla tan abierta, porque uno corre el riego
de que se le caiga el cerebro”.
Y aún y así, las cosas van como van..... saludos.
ResponderEliminarAndreu, deberias patentar lo del binomio tirita-aspirina. Glorioso...
ResponderEliminarA ver si se te ocurre algo aplicable a una 'sham stimulation' que estamos diseñando para darle caña a los cebollos.
Un artículo muy divertido. Ignoraba lo del "suicidio homeopático", lo encuentro de lo más creativo. Saludos.
ResponderEliminarEfectivamente Antoni, eppur si muove
ResponderEliminarRoberto, yo metería unos cuantos indicadores estilo equipo de música de Harlem de los años 90 que se disparen al iniciar la supuesta estimulación ;-)