El equipo de Bill Kremen publica un
complejo artículo sobre la relevancia de la configuración cortical para la
capacidad cognitiva. Se concluye que las diferencias individuales en esa
capacidad provienen, tanto del tamaño absoluto de la corteza como de su
configuración multiregional. Se rechaza, por tanto, que un reducido número de regiones
sea capital.
Al presentar el marco de referencia
de este estudio se establecen algunos supuestos que son, cuando menos,
discutibles. Según los autores, la investigación previa ha ignorado el tamaño
cortical global al explorar los efectos regionales sobre la capacidad cognitiva.
Esta
declaración es imprecisa. De hecho, se hizo en la mayor parte de los casos, desde el primer estudio sobre
volumetría e inteligencia publicado por mi colega (y también) amigo Richard Haier.
Un segundo ejemplo es el gradiente de
efectos genéticos sobre la superficie y el grosor cortical. Se supone que los mismos genes
que producen expansión cortical en regiones anteriores, son responsables de la
contracción en regiones posteriores. Y que los mismos genes que contribuyen a
aumentar el grosor en regiones dorsales, producen un adelgazamiento cortical en
regiones ventrales. Pero eso solamente se observa cuando se controla el tamaño
global de la corteza.
Este tipo de fenómenos son
dificilísimos de encajar y comprender. Es algo así --aunque solo 'algo así'-- como concluir que el tamaño
de mi mano es algo mayor y el de mi píe algo menor que las manos y píes de Pau
Gasol si suponemos que nuestra estatura es similar. ¿Dónde nos conduce ese
supuesto? Aunque me ponga como un basilisco, Gasol es más alto que yo. Punto.
Nuestro equipo ha publicado informes
en los que se ha discutido esta clase de controles en relación al área de
superficie cortical, el grosor de la corteza y la capacidad cognitiva. Nuestras
conclusiones no son especialmente consistentes con los supuestos abrazados en
la investigación que estamos comentando. Pero no hablaremos ahora de lo que
nosotros hicimos.
Se estudia aquí los mapas en los que se relaciona la capacidad cognitiva con esas dos características
corticales teniendo en cuenta el tamaño global. Tanto la superficie como el
grosor se escalan según la superficie total y el grosor promedio para averiguar
si la configuración de regiones de alta y baja expansión se relacionan con las
diferencias individuales de capacidad cognitiva. Los autores distinguen entre
escalar (non-uniform stretching) y
controlar el tamaño global, pero el método, al menos para mi, es críptico. En
segundo lugar, se comparan esos mapas con mapas de regiones
de alta vs. baja expansión y de fuerte vs. débil mielinización. Y, en
tercer lugar, se explora la contribución de los factores genéticos y
no-genéticos a las asociaciones corteza-capacidad.
Los datos provienen de 534 varones,
con edades comprendidas entre los 51 y los 60 años, del Vietnam Era Twin Study of Aging.
Finalmente se consideran 130 pares de monocigotos (MZT), 96 pares de dicigotos
(DZT), y 61 individuos desemparejados. La capacidad cognitiva se midió con el Armed Forces Qualification Test (AFQT).
Las siguientes son las principales
conclusiones:
-. Las correlaciones son positivas y
mayores para la superficie que para el grosor. ‘Bigger is Better’. Ninguna novedad. Pero este resultado no agota la historia porque,
por ejemplo, no explica por qué los varones, como grupo, presentan mayor
superficie y grosor, pero no poseen
mayor capacidad cognitiva general que las mujeres.
-. Cuando se controla la superficie
total y el grosor cortical promedio –por el procedimiento de escalado, no 3D,
señalado anteriormente—algunas de las relaciones positivas se convierten en
negativas.
-. Los gradientes de relaciones
positivas y negativas entre superficie y capacidad cognitiva corresponden al
patrón de regiones de alta y baja expansión y de fuerte y débil mielinización.
La capacidad se asocia positivamente con la superficie relativa en regiones de
alta expansión y débil mielinización (cortezas dorsolateral prefrontal y
temporal lateral), pero se asocia negativamente en regiones de baja expansión y
fuertemente mielinizadas.
-. Las relaciones positivas del
grosor con la capacidad se observan en regiones centrales de baja expansión y
fuertemente mielinizadas. Además, una corteza dorsolateral prefrontal
relativamente delgada se asocia a una mayor capacidad cognitiva.
-. Los mapas genéticos de correlación
son similares a los mapas fenotípicos, pero no hay correspondencia entre éstos
y los mapas ambientales de correlación. Es decir, son los genes quienes
explican la correlación corteza-capacidad.
-. La correlación genética del grosor
con la capacidad cognitiva es significativamente diferente (y de signo opuesto)
a la correlación genética de ésta con la superficie.
Me resulta sospechoso el argumento
que se marcan sobre cómo la corrección por comparaciones múltiples usando, por
ejemplo, False Discovery Rate (FDR)
eliminaría información muy valiosa para explorar el carácter multiregional de
las relaciones corteza-capacidad. Sin ánimo de ofender (bueno, un poco si) pero
es algo que hace tiempo defendemos por estos lares: muestren sus descriptivos,
permítannos ver sus datos reales antes de mostrarnos sus correcciones. Pero así
son las cosas de los científicos a veces.
De hecho, cuando aplican FDR (debe
ser para satisfacer a algún revisor pesado) no sobrevive absolutamente nada y
los mapas aparecen vacíos. Eso les obliga a usar una aproximación diferente
basada en un mapa de regiones de interés (ROIs) para reducir el análisis de
miles de contrastes hechos a nivel de voxel/vertex a un puñado de ROIs.
En la discusión se incluye un
apartado con el sugerente título de ‘Real
findings or artifacts?’ Una vez más puede imaginarse que para satisfacer la
diabólica curiosidad del persistente revisor de antes, quien sospechaba que era
el control practicado sobre la superficie total y el grosor promedio lo que
explicaba los mapas de correlaciones positivas y negativas. Hacen algunos
análisis, basados en fenotipos como la estatura o la rotación mental, para ilustrar el hecho de que lo que ellos observan es genuino. Naturalmente, sale
lo que esperan y se ponen la mar de contentos (es raro para el caso de la
rotación, pero corramos un tupido velo).
Así se concluye este intenso estudio:
“las diferencias individuales en la compleja configuración
cortical de la superficie y el grosor se asocian a las diferencias individuales
en la capacidad cognitiva general
(…)
los genes son responsables de estas asociaciones corteza-capacidad
(…)
esas asociaciones son consistentes con los patrones de expansión cortical
durante la evolución y durante el desarrollo humanos”.
Como dije al comienzo, una
investigación compleja. Y ahora sabemos, además, que los resultados dan para
pensar sosegadamente. En el análisis de ROIs, el valor de correlación entre las
diferencias relativas de superficie cortical y las diferencias de capacidad es
de 0.15, mientras que para éstas y las diferencias relativa de grosor cortical
es de -0.11. No genera mucha confianza sobre la solidez de la evidencia.
Termino señalando que no es un buen
síntoma que se ignore un relevante kilaje de investigación previa sobre un
problema que los autores dicen explorar de modo pionero. Seguramente el
manuscrito estaba originalmente destinado a ‘Nature Neuroscience’…
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