domingo, 17 de abril de 2016

Un recuerdo personal de Earl B. Hunt (1933-2016)

En la madrugada del 14 de Abril falleció Earl Buz Hunt (1933-2016) un excelente científico que dedicó su vida profesional al estudio de la inteligencia, pero también una persona de extraordinaria calidad y alguien muy querido por quienes tuvieron el privilegio de conocerle.

Esta breve nota no glosará los méritos y logros de este Profesor, sino que es simplemente un recuerdo personal, un modo de rendirle un modesto homenaje desde este espacio.

Aunque tuvimos intercambios epistolares desde 1988, conocí personalmente a Buz en 1992. Me había licenciado más o menos un lustro antes y pretendía saber más, quería zambullirme en los pormenores del estudio de las bases cognitivas de las diferencias individuales de inteligencia. Hunt era un indiscutible pionero en ese campo, así que decidí visitarle en su Universidad, viajando a Seattle. El Profesor Manuel de Juan-Espinosa cruzó el charco conmigo.

Fueron dos semanas inolvidables que marcaron mis siguientes años de trabajo. Me sorprendió su talante humano y confirmé su curiosidad y su cultura general más allá de la ciencia que dominaba –este post es un ejemplo cariñoso. Puso su equipo a nuestra disposición, aprendimos y también tuvo la generosidad de permitirnos exponer nuestras ideas. Compartimos ciencia. Organizó una visita a la sede central de la compañía Boeing para que pudiéramos ver in situ cómo se podía combinar investigación básica y aplicaciones prácticas. Regresamos a España cargados de proyectos y de ilusión.

Cuatro años después, la recién creada Sociedad Española para la Investigación de las Diferencias Individuales (1996) le organizó un homenaje que tuvo lugar en Madrid. Algunos glosamos sus logros, explicamos a la audiencia por qué merecía nuestros respetos y el acto se clausuró con una conferencia impartida por él. Como título eligió el de su delicioso libro publicado en 1995, pocos meses después de la publicación del controvertido ‘The Bell Curve’:

¿Seremos lo suficientemente inteligentes en el Siglo XXI?

De hecho, ese libro incluía un ‘Afterword’ (The Bell Curve Controversy) subrayando sus acuerdos y desacuerdos con las tesis de Herrnstein y Murray, y destacando, también, que “en el futuro, la inteligencia será más importante que en el pasado (…) los programas [de mejora] no funcionan porque lo deseemos o porque sea políticamente conveniente declarar que han funcionado (…) sabemos cómo hacer algunas cosas que pueden servir. Hagamos el esfuerzo (y gastemos el dinero) necesario para lograrlo”.

Ese mismo año me propuso hacer una investigación para ampliar el alcance de su libro incluyendo datos de países hispano-hablantes: “I would like to cooperate with someone, presumably you, to work on a revisión of my book that covered the Spanish speaking world (…) but to do that we would need to examine the appropriate statistics, speak with persons who have some industrial expertise, etc. (…) the information about the workforce changes with the country (…) this is an ambitious undertaking, and may not be possible”.

Desgraciadamente no fue posible, por razones que ahora no vienen al caso.

En 1998, el Profesor Antonio Andrés-Pueyo y un servidor editamos un volumen sobre la ciencia y la política de la inteligencia. Pretendíamos ayudar a que los lectores interesados pudieran hacerse una idea centrada sobre la ciencia de la inteligencia y concluir algo, basado en hechos, sobre el revuelo político que suscitó ‘The Bell Curve’ cuatro años antes. En la parte científica recogimos el documento firmado por 52 científicos (entre los que no estuvo Buz) publicado en The Wall Street Journal en 1994 o el informe de la APA de 1996 (tampoco aquí estuvo el Profesor Hunt). Del lado de la política consideramos un escrito de Charles Murray y una serie de breve comentarios. Antonio y yo no tuvimos dudas sobre cómo debía cerrarse ese volumen, es decir, mediante el excelente artículo compuesto por Buz para el American Scientist. Escribía ahí: “hay preguntas fascinantes para las personas interesadas por las intersecciones de la sociología, la economía, la antropología y la psicología cognitiva. Todavía no tenemos las respuestas. Pero las necesitaremos pronto, dado que los políticos que dependen de ‘Mokita’ vuelan a ciegas”.

Se preguntarán qué es eso de ‘Mokita’. Proviene de algo que mi querido colega y amigo, Manuel de Juan-Espinosa, le contó a Buz a raíz de su investigación sobre las teorías implícitas de la inteligencia hecha sobre el terreno en las ciudades, aldeas y junglas de Guinea Ecuatorial. Mokita significa “la verdad que todos conocemos, pero sobre la que todos estamos de acuerdo que no debe hablarse”. Según confesaba Hunt en ese artículo del American Scientist, “una de las mayores contribuciones de Herrnstein y Murray había sido la de exponer en público un poco de Mokita”.

Un año después, en 1999, planifiqué un viaje con mi familia a Vancouver para asistir al encuentro bianual de la ISSID (International Society for the Study of Individual Differences) y visitar la zona. Me puse en contacto con Buz porque recalaríamos en Seattle y desde ahí iríamos en coche a la ciudad canadiense. Le pedí que me ayudase con la reserva de hotel para nuestra estancia en su ciudad y esta fue su respuesta: “I can certainly make a reservation at the University Inn, but I have another suggestion. My wife and I would be glad to have you as our guests at our home. It is large, the rooms have better views than the University Inn, and we are even less expensive (y tenemos que practicar nuestro español). I think I shall also attend this meeting, so assuming that I do we could drive up to Vancouver together”. Los verdaderos grandes son así.


En 2008, ambos fuimos invitados –junto con otros 23 científicos—al Banbury Center, del Cold Spring Harbor Lab (NYC) para celebrar un seminario a puerta cerrada en el que se buscarían respuestas a la pregunta ‘How Can We Improve Our Brains?’. Era éste uno de los tres seminarios patrocinados por el centro para celebrar el 80 cumpleaños de James Watson. El premio nobel había decidido cuáles serían los tópicos de esos seminarios y a no pocos nos sorprendió que hubiese elegido a un buen puñado de científicos dedicados al estudio de la inteligencia humana. Compartí con Buz el coche oficial que nos condujo desde el centro de investigación al JFK y aprovechamos para compartir impresiones sobre el acto. Gracias a él pude darme cuenta de detalles que se me habían escapado.

Al año siguiente (2009) se celebró en Madrid el encuentro anual de la ISIR (International Society for Intelligence Research) y fue agradablemente casual que coincidiese con el momento en el que esa sociedad científica decidió otorgarle a Buz el más que merecido Lifetime Achievement Award.

Fueron varias las ocasiones en las que tuve contacto con este admirable Profesor. En 2011 paseamos por las playas de Chipre y en 2012 aceptó la invitación a participar en un simposium que organizamos Susanne Jaeggi y un servidor para el encuentro de 2012 de la ISIR (no fue ninguna sorpresa que su ponencia destacase por encima de las demás).

No volví a verle hasta septiembre del año pasado en el encuentro de la ISIR que tuvo lugar en Albuquerque. Quiero decir que me cupo el honor de impartir la keynote—de la que hablamos aquí hace algún tiempo—que abrió ese encuentro. Aproveché la oportunidad que se me dio para subrayar la capacidad para inspirar del Profesor Hunt. Se le veía cansado, fatigado, pero aún así seguía siendo incapaz de superar su natural curiosidad y asistía a una presentación tras otra. Me agradeció las elogiosas palabras que le dirigí en la keynote –que no exageraban, sino que se limitaban a constatar los hechos—y me dijo en un apartado: “no solamente me ha gustado lo que dijiste, sino cómo lo hiciste”. Así de generoso era él y así le recordaremos.

Quiero cerrar este breve recorrido personal con lo que escribí para la contraportada de su texto sobre la inteligencia publicado en 2011 (Human Intelligence). Cambridge University Press me pidió un comentario y acepté encantado:

Hunt reviews the main topics in the field, from socially relevant and measurement-related affairs to brain research, the interplay between genes and environment, and even the delicate group differences in intelligence (age, sex, and race/ethnicity). Thoughtful discussions follow a clear presentation based on a revision of the available (and relevant) empirical evidence. The resulting text is vibrant, brilliant, and inspiring. ‘Human Intelligence’ is a significant contribution to future generations. A new wave of intelligence researchers will stand on the shoulders of this giant book”.

En realidad el gigante fue, naturalmente, quien estaba detrás de esa estupenda obra. Nos inspiró a muchos. Y lo seguirá haciendo aunque ya no esté físicamente entre nosotros.

DEP.


2 comentarios:

  1. Este articulo es un fiel reflejo de la personalidad de Buz Hunt, que ademas de dedicar su vida profesional al estudio de la inteligencia, a despertar el ansia de conocimiento en sus estudiantes e inspirar a muchos, vivio y murio inteligentemente.
    Gracias Roberto.
    Alberto Navarro

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  2. Gracias Alberto. Es tal y como dices. Un abrazo, R

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