domingo, 9 de octubre de 2016

La identidad europea desde la psicología individual

Bruselas, Parlamento Europeo, 27 Septiembre de 2016

1. INTRODUCCIÓN A EUROMIND

Quiero comenzar mi intervención con una introducción a EuroMind, un foro, creado por la eurodiputada Teresa Giménez Barbat, en el que se promueve la relación de la ciencia con la política para intentar contribuir a mejorar la sociedad del siglo XXI.

Según Savo Heleta, los académicos “pueden cambiar el mundo si dejan de hablar exclusivamente con sus colegas”.

Dejar las propuestas de cambio social en manos de individuos de dudosa competencia, mientras que quienes invierten su tiempo en estudiar y promover el pensamiento creativo, ocultan sus ideas en oscuros medios, es, pensamos algunos, irresponsable.

Los académicos debemos salir de nuestra Torre de Marfil para denunciar la falta de conocimiento (y de lógica) entre quienes toman decisiones vitales en nuestras vidas.

Decir lo que sabemos, no lo que se desea oír, es un imperativo moral.


Para la escritora norteamericana Alice Dreger, es urgente poner encima de la mesa la evidencia disponible. Las autoridades encargadas de legislar son pésimas en esta tarea. No son conscientes de que la revolución científica hizo posible la llegada de la democracia de la que disfrutamos en algunos rincones del planeta, al menos por ahora.

Ahora más que nunca, las democracias deben proteger la investigación científica.

El ciudadano debe aprender a exigir que se le demuestre lo que se dice, en lugar de confiar en el discurso de seductoras personalidades.

Primero debe ir la evidencia y después la acción social.

La libertad para preguntarse, pensar libremente, hablar abiertamente e investigar es absolutamente esencial para nuestro mundo democrático. Olvidar esa consigna destruirá nuestra sociedad.

El ciudadano debe tener acceso a una información fiable.

Declara Dreger:

La evidencia es una cuestión ética, la más importante de la democracia moderna.
Si se desea justicia social hay que buscar la verdad.
(…) raramente nos damos cuenta de que el infierno está lleno de gente con buenas intenciones”.

Las decisiones políticas solamente ideológicas son nocivas y una academia secuestrada por la pandemia de lo políticamente correcto (PC) no es un lugar en el que mirar.

La libertad académica es absolutamente crucial.

La heterodoxia debe ser promovida.

El caso del exministro alemán Thilo Sarrazin es un ejemplo de acoso a esa heterodoxia por parte del establishment encargado de definir lo que es aceptable e inaceptable, es decir, la tristemente famosa ‘corrección política’.

Sarrazin identifica una serie de ‘mantras’ de esa corrección política. Mencionaré solamente algunos:

1.- La desigualdad es mala, la igualdad es buena.
2.- El rico debe sentirse culpable, salvo si es deportista o artista.
3.- Las diferentes condiciones de vida no tienen nada que ver con lo que la gente elige, sino con sus circunstancias.
4.- Todas las culturas poseen idéntico valor. Es importante minusvalorar la civilización occidental y cristiana. Quien piensa lo contrario es un xenófobo.
5.- El Islam es una religión pacífica. Quien discute esto es tan malvado como un antisemita.
6.- Las naciones occidentales industrializadas son las principales responsables de las míseras condiciones en otros lugares del planeta.

Declara Sarrazin:

Es importante que se le de espacio –en un sentido literal y moral—a quienes disienten para que puedan desarrollar y exponer su perspectiva sin temor al castigo.
El progreso social, científico y cultural comienza con el desacuerdo de una minoría”.

Moviéndonos hacia el núcleo de mi intervención debemos preguntarnos:

¿Por qué es relevante la Psicología individual?

Desde EuroMind se mantiene que el relativismo cultural que permite la presencia de valores inhumanos, no debe tener espacio en Europa. Por ejemplo, las costumbres religiosas contrarias a las libertades individuales deben ser excluidas de nuestra sociedad.

Quiero subrayar aquí la relevancia crucial de la arquitectura psicológica de los ciudadanos. Necesitamos una respuesta científica sobre la naturaleza de esa arquitectura para ayudar a los políticos a adoptar las decisiones que influyen en la vida de sus representados, de nosotros los ciudadanos.

Me conviene ahora recordar que Steven Pinker es un autor de referencia en EuroMind.

No pocas de sus ideas están inspiradas en la Psicología diferencial (o individual) que yo llevo cultivando desde hace tres décadas.

Veamos algunos ejemplos:

1. La realidad social únicamente existe dentro de un grupo de personas.
2. Esa realidad social depende de la capacidad mental de cada una de esas personas, de su capacidad para comprender, por ejemplo, las cuestiones de interés público.
3. La cultura constituye una epidemiología de las representaciones mentales de cada uno de los ciudadanos.
4. Las ideas y prácticas se diseminan de persona a persona.
5. La cultura colectiva proviene, en última término, de la psicología individual.
6. Por tanto, la cultura puede anclarse en la psicología.
7. Y la psicología se apoya en la neurociencia porque nuestras mentes se componen de redes de neuronas en las que se ‘enredan’ pensamientos y sensaciones.

Pinker se limita así a constatar lo que ahora sabe la ciencia más allá de toda duda razonable. Y eso que se sabe encaja a la perfección con la perspectiva de la Psicología individual.


Veámoslo.

1. Cada individuo posee una primera identidad escrita en su GENOMA. No hay dos GENOMAS iguales, y, por tanto, cada individuo es único desde el principio.

2. Ese GENOMA, en colaboración con el entorno, va construyendo un CEREBRO, que es también único, como demuestra el estudio del CONECTOMA. No hay dos CONECTOMAS iguales, y, por tanto, cada individuo es único también después, no solamente desde el principio. De hecho, la neurociencia actual es capaz de identificar la huella dactilar de nuestros cerebros.

3. La puesta en práctica de la receta escrita en el GENOMA, usando determinados ingredientes del entorno, configura nuestra IDENTIDAD ÚNICA apoyada en el CONECTOMA.

Así se sencillo.

El hecho de que las mentes de los ciudadanos no sean pizarras en blanco, o arcilla fácilmente moldeable, le complica el trabajo al político, pero así son las cosas.

Es un hecho que los mecanismos de socialización no funcionan igual en distintos individuos.

Por tanto, comprender esas diferencias resulta crucial.

2. PSICOLOGÍA INDIVIDUAL

Aunque no debería ser necesario, el sociólogo norteamericano Charles Murray nos recuerda que los gobiernos deben facilitar que los ciudadanos puedan alcanzar la felicidad.

Es decir, los gobiernos deben ayudar a que los ciudadanos puedan albergar una sensación duradera y justificada de satisfacción con la propia vida.

Esa meta es incompatible con la confianza ciega en el poder transformador de una ingeniería social dirigida al colectivo, sencillamente porque los ciudadanos deben ser tratados como individuos.

La Psicología diferencial estudia en qué sentido se distinguen (y se parecen) esos individuos.

Un resultado sólido de la investigación hecha en esta disciplina científica es que “si comparamos dos grupos humanos, las diferencias que separan a los individuos de cada grupo es dramáticamente mayor que la diferencia promedio que separa a esos grupos”.

Si, por ejemplo, elegimos al azar a dos ciudadanos alemanes, sus diferencias psicológicas serán mucho mayores que la diferencia que, en promedio, separa a los alemanes de los españoles.


Por cierto, alemanes y españoles son ciudadanos de la UE.

Y según la definición oficialmente aceptada, un ciudadano de la UE es un individuo que ostenta la nacionalidad de un estado miembro.

En esta región de nuestro planeta se persigue una federación de estados. Algunos sostienen que alcanzar ese objetivo exige un sentimiento de pertenencia que pueda integrar a millones de personas.

Pero hay que volver a recordar que cada una de esas personas es única.

Como subraya Amin Maalouf, “mi identidad es lo que hace que yo no sea igual a ninguna otra persona”. Esa identidad está compuesta por numerosos elementos que van más allá de lo que figura en los registros oficiales: “la humanidad entera se compone sólo de casos particulares (…) cada humano es distinto de los demás”.

Pero este merecido ganador del Premio Príncipe de Asturias nos alerta de que hay demasiados intereses creados basados en instrumentalizar las identidades de grupo para beneficiar a determinados individuos. Desde esta perspectiva, la globalización es, de hecho, una amenaza a las identidades de los pueblos, realidad que algunos están dispuestos a instrumentalizar sin escrúpulos.

El antídoto, para Maalouf, es invitar a nuestros contemporáneos a asumir sus múltiples pertenencias, en lugar de obligarles a elegir. El fracaso en asumir esa diversidad erosionará nuestra sociedad.

Marian Tupy, del CATO Institute, sostiene que los europeos conciben la nacionalidad según un criterio de etnicidad, no según el concepto de ciudadanía”.

Por un lado, las identidades nacionales de los estados europeos han ido evolucionando por separado y han competido entre sí durante siglos. Y eso no puede eliminarse con simple ingeniería social.

Por otro lado, ser europeo significa vivir en Europa, pero no conlleva ninguna clase de distinción política. Es una simple cuestión geográfica.

Según Tupy, “la identidad de los individuos no proviene de su conexión con principios abstractos como la libertad, la igualdad y la fraternidad, sino con ataduras culturales, religiosas, históricas y lingüísticas”.

A mi juicio se debe trabajar para que los ciudadanos comprendan el hecho de que el único lugar real en el que cristalizan las diferentes identidades es el individuo.

Si determinados colectivos sienten la necesidad de meter ruido para afirmar su singularidad, es porque esta singularidad se va difuminando por efecto de, por ejemplo, la globalización.

La ciencia debe ayudarnos en la tarea de cimentar un mundo en el los ciudadanos puedan caminar juntos.

Pero no será fácil.

El psicólogo norteamericano David Lykken nos advirtió, hace más de 20 años, de que los firmantes del tratado europeo nadaban en contra de la corriente de la evolución, en su intento de transformar una Torre de Babel en un poderoso organismo socioeconómico integrado.

Su predicción fue que los europeos fracasaríamos miserablemente, tarde o temprano.

¿Por qué?

Porque los grupos sociales humanos progresan y se cohesionan solamente cuando comparten una cultura.

El caso de los Estados Unidos demuestra, según él, que puede tolerarse una considerable diversidad, pero que hay límites.

Si se hubiese permitido que los inmigrantes de los distintos estados de la unión conservasen la lengua y las costumbres del viejo mundo, los Estados Unidos de América no existirían.

Según Matt Ridley, la competición y las dificultades para unirse en un gran estado estimularon el desarrollo en Europa, evitando una burocracia que hubiese llevado al estancamiento, como sucedió, por ejemplo, en China durante la dinastía Ming.

Ridley no se atreve, pero este argumento puede apoyar a quienes mantienen que la Unión Europea es una idea de mala a muy mala.

Este británico anima a facilitar el libre comercio para mejorar nuestra prosperidad, reduciendo el intervencionismo político y fomentando la autonomía de los individuos.

En el mundo actual los ciudadanos de a píe son los verdaderos protagonistas. Dirigir desde arriba (top-down) es una estrategia obsoleta y dañina para fomentar la prosperidad.

La sociedad actual es un sistema altamente complejo que se regula mejor desde abajo (bottom-up). Nos irá mejor si los representantes dejan de empeñarse en dictarnos (con la colaboración activa de los medios de comunicación) lo que debemos o no debemos hacer nosotros, los ciudadanos.


3. ENFOQUE

Al entrar en el tramo final de mi intervención, me veo obligado a intentar responder la gran pregunta:

¿Qué se puede hacer para promover que el ciudadano añada Europa a su identidad individual?

Ofreceré tres respuestas que deben considerarse complementarias.

EN PRIMER LUGAR, se deben combatir los estereotipos nacionales sirviéndose de técnicas científicas de presentación imparcial y deducción prudente.

Yanko Tsvetkov ha construido un interesantísimo atlas (cómico) de estos prejuicios.

Según ese atlas, en 2022…

- Grecia será propiedad de China
- La Unión Europea estará formada únicamente por los países del Este (excepto Turquía, el eterno candidato)
- Alemania controlará el mismo número de países que dominaba en 1941 (bajo el inquietante nombre de Merkel-Reich)
- El Mediterráneo pasará a llamarse Mar Nudista Alemán
- España se habrá escindido en tres regiones: la Vaticana (que agrupa a las dos Castillas), el Imperio Catalán y el Valle Durmiente (Andalucía).
- Euskadi será absorbida por Alemania

Confiesa Tsvetkov que “los políticos refuerzan los estereotipos nacionales”.

Pienso que debería realizarse un estudio empírico de las diferencias nacionales. Sería de capital importancia para promover esa identidad europea.

Mi predicción sobre el resultado de ese estudio va sobre seguro porque cualquier comparación grupal revela muchas más semejanzas que diferencias.

Esas diferencias son entre individuos, no entre grupos.

Quizá convenga recordar ahora que la UNESCO subrayó hace tiempo el hecho de que “los prejuicios nacen en las mentes individuales”.


EN SEGUNDO LUGAR, se debe combatir la irracional creencia de que la nación o el grupo social propios son superiores (o inferiores) a los demás.

A menudo se repiten frases hechas sin pararse a pensar en su verdadero significado, simplemente porque son moneda común en un determinado ambiente sociocultural.

- Los países del sur (PIGS) son una lastre para Europa.
- El norte de Europa es próspera y civilizada.
- El inglés bebe té y mira a los demás por encima del hombro.
- El francés es grosero, débil y cobarde.
- El alemán es Nazi, consume cantidades enormes de cerveza y no tiene sentido de humor.
- El irlandés es alcohólico, colérico y tienen muchos niños.
- El italiano es un gánster y vive de manera indulgente.
- El español torea unos minutos antes de echarse una olímpica siesta.

Es ridículo insistir en el nivel de estupidez que reflejan estas simplificaciones y en el daño que causan. El discurso del grupo se encuentra arraigado en nuestros cerebros y será complicado extirparlo. Pero no hay más remedio. Y a ello debería contribuir la tercera y última medida.

EN TERCER LUGAR, nunca se subrayará lo suficiente el hecho que la unidad de análisis correcta sobre la que construir la identidad es el individuo.

Europa sería una más de las facetas de esa identidad individual.

No propongo administrar ninguna clase de ingeniería social para convencer a los ciudadanos europeos de que acepten esa identidad europea.

Lo que sugiero es que se debe hacer pedagogía para explicar al ciudadano que su naturaleza individual constituye su identidad y que puede decidir libremente incorporar Europa a esa identidad para compartir un proyecto de integración.

Judy Harris –la famosa abuela de New Jersey—puede ayudarnos en ese proceso pedagógico.

Según Harris, las personas (a) gestionan sus relaciones vis a vis, (b) se socializan y (c) miran de superar a sus rivales.

Saber de quién hacerse amigo, con quién negociar o con quién emparejarse, requiere aprender a evaluar a la gente. Y eso exige considerar a cada individuo por separado:

José Antonio tiene su propio archivo en mi mente y ese archivo es claramente distinto al de Beatriz, Patricia o Teresa.

En segundo lugar, socializarse supone hacerse con la cultura.

Finalmente, tener éxito en la vida adulta exige desarrollar una estrategia a largo plazo destacando las virtudes y ocultando los defectos.

El sistema de relación registra información sobre personas concretas, mientras que el sistema de socialización combina datos y hace cálculos para llegar a promedios (los franceses son…, las mujeres son…, etc.).

La aceptación por parte del grupo y el éxito en las relaciones de amistad son dos procesos diferentes. Y poseer un alto o bajo estatus durante la niñez tiene efectos a largo plazo sobre quién acaba siendo el adulto.

Estos tres sistemas se encuentran fuertemente arraigados en nuestros cerebros y no podemos ignorarlos porque son importantes para construir nuestra identidad.

La gente concreta con la que nos relacionamos, los grupos a los que nos unimos y nuestra posición en esos grupos va configurando nuestro modo de ser, nuestra identidad.

Esos tres sistemas existen porque contribuyen a la vida en sociedad, y son también responsables de que cada uno de los miembros de esas sociedad sea único.

Las soluciones políticas no pueden ignorar esa variabilidad natural fuertemente anclada en la arquitectura psicológica de los ciudadanos.

No se puede gobernar dándole la espalda a esa realidad individual.

O, mejor dicho, se puede, pero no se debería si se persigue un impacto real y la mejora de la armonía social.


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Permítame finalizar con una brevísima analogía.

Debemos ponernos manos a la obra para volver a asfaltar los puentes que llevamos construyendo desde hace años aquí en Europa.

El desgaste ha provocado baches que hacen que el viaje se nos antoje más incómodo.

Pero si seguimos pensando que vale la pena, busquemos la maquinaría más eficiente, y basada en la evidencia, para allanar el camino.

Europa tendrá que concebir su identidad como la suma de todas sus identidades. Sus ciudadanos deben poder sentirse plenamente europeos sin dejar de ser alemanes, franceses o españoles.

Concuerdo con Maalouf cuando declara: “forjar la nueva Europa es forjar una nueva concepción de la identidad”.

Muchas gracias

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