lunes, 6 de febrero de 2017

La salud del cerebro a los 3 años de edad predice el futuro

Se publica en ‘Nature Human Behavior’ un interesante artículo en el que se concluye que se puede saber quiénes serán los adultos que supondrán un mayor coste social disponiendo de una sencilla batería de medidas cuando tienen 3 años de edad.

Los datos provienen del Estudio Longitudinal de Dunedin y permiten concluir que la ‘salud del cerebro’ –valorada durante 45 minutos cuando los niños tienen tres años de edad mediante su nivel intelectual, comprensión del lenguaje, destreza motora, tolerancia a la frustración, resistencia, agitación, impulsividad y falta de persistencia para alcanzar objetivos—predice quién se convertirá en una carga social al llegar a la edad adulta.

Los autores de este estudio valoran cuatro factores de riesgo durante los diez primeros años de vida de los participantes: nivel familiar socioeconómicamente deprivado, maltrato, bajo nivel intelectual (IQ) y bajo autocontrol. Recuperan datos de estos mismos individuos cuando son adultos (38 años de edad) en relación a los siguientes criterios (problemáticas) sociales: dependencia del estado, familias monoparentales, consumo de tabaco, obesidad, uso de hospitales, medicamentos y aseguradoras financiados por la seguridad social, y comisión de delitos. Una vez comprobado que ese periodo permite una predicción exitosa, se preguntan si es suficiente la información registrada cuando los niños tienen 3 años de edad. Y la respuesta es positiva.


Usan una aproximación clásica, basada en el italiano Vilfredo Pareto, para analizar la ingente cantidad de información disponible:

El 80% de los ‘efectos’ emanan de un 20% de las ‘causas’ (sources).

Pareto observó, por ejemplo, que el 80% de las tierras de su país pertenecían al 20% de las familias. Caspi y sus colegas miran sus datos para averiguar si el 20% de los participantes causan el 80% de las problemáticas sociales de interés.

Exploran cada una de las problemáticas sociales por separado, pero en el siguiente paso agregan la información. Los resultados son bastante contundentes: Pareto gana.

Los miembros problemáticos se diferencian de sus iguales en cuatro desventajas observadas en su infancia: ambientes familiares deprivados, maltrato, bajo nivel intelectual, y bajo autocontrol (además) los miembros identificados en cada problemática vuelven a aparecer en las demás”.

Quizá sea interesante comentar que los resultados no cambian al considerar varones o mujeres, es decir, que la variable sexo es irrelevante.

En resumen, 207 de los 940 individuos de la cohorte acumulan las problemáticas consideradas. Sobre un máximo de 1, el nivel de predicción fue de 0.87, es decir, excelente.

Es evidente que los científicos somos seres limitados. Estamos centrados en nuestro campo disciplinar y no encontramos el tiempo para echar un vistazo alrededor.

Cuando estudiaba este informe del equipo de Caspi no me podía quitar de la cabeza una investigación que expusimos en este blog hace algún tiempo:


Ahí se concluía que las regiones del cerebro humano se coordinan para producir un modo general de funcionamiento que variaba entre un polo positivo y negativo. Se consideraron alrededor de 300 medidas demográficas, vitales y psicométricas, además de las medidas de conectividad entre regiones cerebrales en estado de reposo.

Lo observado en el estudio que estamos comentando ahora encaja con ese resultado general sobre la integración de variables de distinta naturaleza. Pienso que no es una casualidad que Caspi se refiera a ‘salud cerebral’ a los tres años de edad como la variable que resume el poder predictivo.


Una de las consecuencias prácticas de los resultados de este seguimiento longitudinal es que la prevención puede rendir enormes beneficios sociales. Si dos de cada diez personas acumulan la mayor parte del gasto social –mientras que, por cierto, tres de cada diez apenas contribuyen a ese gasto—entonces se podría –quizá se debería—pensar en mecanismos que pudieran prevenir que esos niños de riesgo terminen convirtiéndose en adultos problemáticos. Es decir, invertir temprano puede ahorrar después.

Pero, naturalmente, además del ahorro económico, habría algo más, algo más relevante en un sentido humanitario:

Nuestros resultados tienen implicaciones para los derechos humanos (…) los adultos problemáticos comienzan a caminar en sus vidas un paso por detrás de los demás (…) estos ciudadanos se encuentran, por tanto, en desventaja, y no tiene ningún mérito culpar a la víctima por la carga económica que produce su desventaja. Lo que debería importarnos es encontrar modos de atenuar los efectos de esa desventaja mediante el apoyo a esos niños y a sus familias. La sociedad en su conjunto se beneficiaría”.

No puedo estar más de acuerdo.

Pero, como es habitual, miraremos hacia otro lado negando una evidencia que nos incomoda y, llegado el caso, matando al mensajero.

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