viernes, 24 de abril de 2015

La lotería ovárica –por Francisco J. Abad

Publicado en 2013, El capital en el siglo XXI se ha convertido en un best seller que ha levantado pasiones contrapuestas entre partidarios y detractores. Profuso en datos y figuras (y digresiones), el núcleo principal del libro es una ecuación que ha dado mucho que hablar:

r > g

Esto es, si la tasa de retorno del capital (r) es mayor que la tasa de crecimiento de la economía (g), entonces aumenta la desigualdad económica.

Los tiempos de crisis son bienvenidos para quienes tienen el capital.

Para los que no entendemos los complejos entresijos del asunto, Piketty nos deja la versión fácil tomada de grandes observadores de su época, como Balzac. Así, el joven Eugène de Rastignac debe decidir entre escalar profesionalmente en base a sus méritos o ejercer de cazafortunas, casándose con una rica heredera. Para que nos entendamos, Rastignac A, el que se casa, hereda un gran capital y vive de las rentas, verá crecer su patrimonio mucho más rápido que Rastignac B, que estudia Derecho y cobra un modesto sueldo.
  
Además de r > g, otros factores entran en juego en la dinámica generadora de desigualdad. Una clave es el modo en que las diferencias económicas se replican de una generación a la siguiente. No es tanta la desigualdad que se puede acumular en una vida. Para que la desigualdad aumente de forma progresiva, es necesario que los patrimonios se hereden de padres a hijos. Por supuesto, el crecimiento del capital vendrá modulado por muchos factores como la tasa de ahorro, las condiciones fiscales, la esperanza de vida o el crecimiento demográfico, entre otros. Si hay mucha descendencia, la riqueza se dividirá (esta es la razón por la que antaño heredaban únicamente los primogénitos) y, en fin, la personalidad y la inteligencia siempre jugarán un papel (pensemos en Paris Hilton): las herencias también se pueden dilapidar.

¿Cuál es la solución a ese mecanismo de incremento de la desigualdad?

Piketty sugiere aumentar los impuestos al capital. Esto irrita a muchos, aunque no es una solución demasiado radical. Decía Bakunin:

“¿Pero qué es lo que separa la propiedad y el capital del trabajo?
¿Qué produce las diferencias económicas y políticas entre las clases?
¿Qué es lo que destruye la igualdad y perpetúa la desigualdad, los privilegios de un pequeño número de personas y la esclavitud de la gran mayoría?
Es el derecho a la herencia.”

Y proponía la abolición de ese derecho.

¿Por qué los hijos de la Duquesa de Alba deben heredar un extenso patrimonio por algo que hicieron sus antepasados hace unos cuantos siglos?  Yo, sinceramente, no le veo ningún sentido.

Todo esto les sonará a comunismo rancio.

Una de las ventajas del liberalismo/capitalismo, frente a otros sistemas ideológicos, es que nos ha llevado a una mayor prosperidad. Parece que el ansia de acumular dinero es lo que nos mueve a ser creativos e innovadores. Por otro lado, suele recordarse el fracaso de los sistemas basados en un “papa Estado” que iguala por decreto. La igualación suele suceder por abajo.

Somos diferentes.

¿Deben ganar lo mismo personas que difieren en capacidad, dedicación, formación o motivación? Claramente, no. Probablemente cierta desigualdad económica es irrenunciable. Cualquier sistema que no reconozca las diferencias individuales, acabará fracasando.

Pero no mezclemos temas.

Una cuestión diferente es en qué grado los individuos deben tener distintas oportunidades según quienes fueron sus antepasados. Los inmuebles, la tierra que pisamos, el aire que respiramos, el agua que bebemos, deberían pertenecer a la generación que le toca vivir. Pensar que alguien puede comprar un terreno para toda la eternidad parece una aberración tan grande como lo era el vasallaje a los reyes en siglos pasados.

Sólo digo que debiéramos tener las mismas oportunidades reales.

Abolir la herencia no es un objetivo fácil, ni a corto plazo. Todo se entrelaza, y, además, se pueden plantear muchas situaciones críticas que requieran excepciones.

Tampoco es algo que nos guste. Ricos o pobres, somos reacios a la abolición del derecho a la herencia. Desconfiamos del Estado e ignoramos cuánto debemos a la sociedad. Por otro lado, nos importan más nuestros hijos que los de los demás.

Pero ¿qué sistema preferiría si aún no estuviera usted aquí y tuviera que elegir un boleto de la lotería ovárica (que diría Warren Buffett)? ¿Optaría por comprar ese boleto con el riesgo de nacer en… (ponga aquí su peor escenario)? ¿O preferiría no tener que participar en ese sorteo y nacer con algunas oportunidades garantizadas?

Piensen si un mundo menos dependiente de la lotería ovárica sería mejor.



1 comentario:

  1. El economista De Soto refuta las tesis de Piketty:

    http://economia.elpais.com/economia/2015/04/29/actualidad/1430325144_581940.html

    ResponderEliminar